La forma y las dimensiones de los cauces fluviales se han atribuido a lo largo de los años exclusivamente al resultado de la interacción del agua con los materiales solidos por los que discurría el cauce, sin considerar la vegetación como un factor morfológico, cuando en realidad su interacción con el agua a través de la resistencia al flujo y su capacidad de fijación de los materiales hacen de ella un elemento determinante en la morfología fluvial.
Así, podemos asegurar que cada rio es reflejo del grado de conservación de su cubierta vegetal o por el contrario de la alteración y las actividades que se desarrollan en ella.
Las propiedades más significativas que convierten a la vegetación de ribera en formaciones bien diferenciadas y de gran valor son su alta diversidad biológica, su alta productividad y el elevado dinamismo de los hábitats que acogen.
Todo ello como consecuencia de sus particulares condiciones hídricas, que favorecen el refugio de especies propias de zonas climáticas frescas y húmedas en áreas más cálidas y secas. Su gran importancia se debe a que la vegetación de ribera desempeña gran cantidad de funciones vitales para la conservación de los cauces, como las siguientes:
- Regula el microclima del río.
- Asegura la estabilidad de las orillas.
- Regula el crecimiento de macrófitas.
- Crean un hábitat ideal para un gran número de especies animales y vegetales.
- Favorece y diversifica las comunidades faunísticas acuáticas y terrestres.
- Supone una fuente de alimento para las especies que albergan.
- Actúa como filtro frente a la entrada de sedimentos y sustancias químicas en el cauce.
- Cumple un papel de acumulador de agua y sedimentos.
- Aporta productividad a las aguas a través de la trasferencia de materia orgánica estructural.
- Funciona como zona de recarga de aguas subterráneas.
- Posee un gran valor paisajístico, recreativo y cultural.
Para determinar las especies de un río es importante conocer su zonificación ecológica. Con una visión longitudinal de los ríos, se pueden diferenciar varios tramos condicionados por la proximidad al nacimiento, la altitud y la dinámica fluvial. De forma general se distinguen tramos altos, medios y bajos. Pero también se puede mirar un rio transversalmente y diferenciar entre diferentes zonas. En este caso, el aspecto que condiciona la diferencia entre zonas es la proximidad del cauce y la influencia del agua circulante. De este modo, se distinguen tres bandas de vegetación: banda en contacto con el agua, banda intermedia con alta influencia fluvial, banda exterior en contacto con la vegetación zonal.
Río y ribera se conectan hidráulicamente a través de 3 mecanismos (la humedad ambiental, nivel freático y las crecidas periódicas). En base a la intensidad de uno u otro factor se produce una distribución selectiva de las diferentes especies vegetales a lo ancho de la ribera conformando bandas más o menos definidas. Cerca del cauce se posicionan las especies adaptadas a resistir el embate de las crecidas, plantas flexibles y con estrategias reproductoras vegetativas entre otras adaptaciones posibles, o bien las especies más dependientes del agua (freatofitos). Conforme nos alejamos de la orilla y el nivel freático se hace progresivamente más profundo, se suceden las especies menos hidrodependientes, hasta contactar éstas con la vegetación zonal.
El dinamismo de las formaciones riparias es mayor que el de los ecosistemas terrestres, por un parte dada la intensidad y frecuencia con la que se producen situaciones cambiantes y por otra, por las elevadas, en general, tasas de crecimiento de este tipo de vegetación y sus explosivas estrategias reproductoras. La regeneración natural de estos ecosistemas es en consecuencia aparentemente rápida, sin embargo, su recuperación real, como corresponde a sistemas complejos y maduros, es lenta y costosa.
A continuación, se citan las especies de flora con mayor representación de las comunidades de ribera que se han utilizado para llevar a cabo las labores de restauración de los ríos Zapardiel, Arevalillo y Trabancos, dentro del proyecto LIFE-IP Duero. Cabe destacar los géneros Populus y Salix. Éstos, incluyen muchas especies de árboles asociadas en general a los ríos y zonas de elevada humedad, constituyéndose como los principales protagonistas de la vegetación de ribera.
Las especies de Salix son en su mayoría taxones propios de ambientes riparios y suelos encharcados. Las especies arbustivas de ribera dan lugar a formaciones en la primera línea de vegetación riparia, en contacto con el agua y con fluctuación de su nivel, aunque también pueden aparecer en formaciones arbóreas de ribera poco densas. Estas especies, con sus flexibles ramas y sus largas raíces, juegan un papel fundamental en la reducción de la velocidad de la corriente de agua en las orillas y en su capacidad de erosión. La amplitud de la distribución territorial de las especies del genero Salix, su carácter pionero, su versatilidad funcional y su facilidad de propagación las convierten en elementos muy frecuentes en los proyectos de restauración fluvial. En el proyecto de restauración se encuentra la bardaguera blanca (Salix salviifolia). Ésta, a pesar de ser una planta exigente de humedad, es capaz de resistir sequías muy calurosas. Se trata de una especie endémica de la península ibérica.
El género Populus se desarrolla en ambientes húmedos. Los chopos son arboles muy dependientes del agua por lo que son frecuentes a lo largo de corrientes superficiales, cursos subterráneos o niveles freáticos profundos. Está presente en casi todos nuestros ríos de forma más o menos dominante. En las labores de restauración de la cuenca del Duero se observa la especie Populus nigra. En las riberas, es más frecuente en los tramos medio y bajo, en la primera o segunda banda. Especie muy utilizada en plantaciones de ribera por su facilidad de arraigo y capacidad colonizadora.
Se encuentra también el fresno (Fraxinus angustifolia). Suele situarse en la segunda banda de ribera. Característico de las vegas fluviales, es posible sin embargo encontrarlo en otras localizaciones, siempre que se mantengan niveles freáticos próximos a la superficie, aunque sean de carácter fluctuante. Las fresnedas presentan enorme valor ecológico y una elevada productividad de pastos de excelente calidad, debido a las condiciones de humedad y sobre todo por el aporte de nutrientes que los fresnos bombean desde los niveles freáticos subyacentes.
El olmo negrillo (Ulmus minor) está presente en cursos fluviales medios y bajos. Requiere de suelos frescos, aunque tolera la sequía estival, por lo que es muy frecuente en pequeños cursos intermitentes. En los ríos de flujo permanente se sitúan en la tercera banda de ribera, en la más exterior, y son buenos indicadores para delimitar el nivel de crecidas ordinarias. Recomendable su uso en la restauración de riberas por su buena adaptabilidad a las condiciones de mediterraneidad. Las olmedas se sitúan sobre terrenos de vegas protegidos y suelos profundos con inundaciones periódicas, donde el encharcamiento temporal impide el asentamiento de las especies climáticas. Las agrupaciones de olmos son las comunidades riparias con menos exigencia de humedad freática; así, los olmos se alejan del cauce cuando éste es continuo, salvo que sea temporal o la vega este sometida a una sequía estival más o menos intensa que restringe la presencia de las especies típicamente freatófitas, como chopos, alisos y sauces.
En cuanto a las formaciones arbustivas, se encuentran las especies del genero Rosa y Rubus. Son frecuentes en bordes forestales, riberas y setos. Tienen gran interés como recurso alimentario y por aporte al tapizar amplias superficies.
Finalmente, cabe destacar la presencia de las juncáceas (Juncus effusus). Este tipo de vegetación presenta un gran interés medioambiental, no solo por ser fuente de alimento o soporte de refugio y reproducción para numerosas especies animales, sino también por ser pieza clave en el mantenimiento de la calidad de las aguas de los ríos y zonas húmedas.
Siguiendo estas pautas, dentro del contexto del proyecto LIFE-IP Duero, se han realizado varias plantaciones en las distintas zonas de ribera a restaurar. De este modo, se han plantado aproximadamente 15 km en el Zapardiel, 50 km en el Trabancos y 3 km en el Arevalillo. Todas estas áreas se traducen en torno a 55 ha de territorio plantado.
Las plantaciones se realizan en los márgenes de la ribera de donde se están llevando a cabo labores de eliminación de motas. Entre el río Zapardiel y el río Arevalillo se han quitado aproximadamente 33 km de motas.
Las labores de plantación se realizaron en la época de parada vegetativa entre los meses de noviembre y febrero. Actualmente se están realizando riegos de apoyo debido a la ausencia de precipitación en los meses invernales y primaverales. Estos riegos se continuarán durante el periodo estival, realizando 2 riegos mínimo en total por río, ya que se prevé que las condiciones meteorológicas así lo determinen. Posteriormente en noviembre se volverán a realizar plantaciones y se repondrán marras.